Si no puedes contra la IA, ¡únete!
Entré a estudiar Derecho a principios de siglo, cuando esta profesión todavía se ejercía igual que en los últimos doscientos años. Trabajé en buenos estudios, gané varios casos y en ese entonces aún había una esperanza de que nos podríamos adaptar al futuro. Yo siempre me destaqué por mi empatía, mi desempeño en equipo y mi carisma: me llevaba bien con jueces y clientes. Además creíamos, ilusamente, que para interpretar las leyes hechas por los humanos los abogados éramos imprescindibles, que los algoritmos y los robots solo estaban en las malas películas de ciencia ficción. Hasta que literalmente se instalaron en mi oficina. Eran más rápidos, más productivos, más infalibles y más baratos que nosotros. Me sentí humillada, superada por la evolución. La empresa, como indemnización, me asignó un coach vocacional, yo pensé que sería una persona, pero también resultó ser una IA. ¡Parecía una pesadilla! Al principio, más encima, me pareció chanta, partió hablándome del cliché de que toda crisis es una oportunidad, de que era el momento de reinventarme. Me apestó, pero increíblemente estaba en lo cierto: la inteligencia artificial pasó de ser mi enemigo a mi nueva fuente de trabajo. Ahora, gracias su orientación, soy instructora de empatía de bots. Les enseño a relacionarse con las personas, a ser menos robots y más humanos, y me ha ido increíble. El curso me lo financió el Estado y con esta pega me he dado cuenta en el mundo en que vivimos. Por eso le recomendé a mi hermana que inscribiera a Samuel, mi sobrino de 8 años, en el colegio AP21, donde la programación y el diseño de herramientas está en todas las materias que les enseñan. Es una metodología que se llama STEAM+4C, creada para que los niños crezcan con las máquinas, las vean como compañeras. De hecho, además de una profesora, tienen un facilitador tecnológico, que traspasa todos los contenidos a un enfoque tech. ¡Qué profesión más linda! Yo le dije a una amiga que su hijo de 18 años estudiara eso, que iba a tener pega segura y muy buena, pero él tenía intereses en el área de la salud. Está bien, no le va a faltar trabajo: salió recién del liceo como técnico en IA médica, y ya tiene trazado su camino, porque el algoritmo vocacional del Mineduc, que procesó su información personal —notas, intereses, familia y amigos—, la cruzó con el estado del mercado laboral y la proyectó a cinco años, le sugirió que trabajara en la multinacional BIOtech el próximo año. ¡Y pensar que para mi primera pega yo dejé un currículum impreso dentro de un sobre!