Una nueva cooperativa
Para ser sincera, hasta hace un par de años la única cooperativa que conocía era la radio. En serio. Sabía, como todos, que existía un tipo de empresa distinto al tradicional, un poco más romántica, por así decirlo, porque no tiene al beneficio financiero como primer objetivo, sino que solucionar problemas y necesidades de la comunidad.
Pero yo crecí y me eduqué, también como todos, en una sociedad en la que la vida estaba orientada a generar plata, y cualquier proyecto que no tuviera esa intención era mal visto. “Podrías estar forrándote”, te decían, en vez de felicitarte por estar trabajando en algo que te gustara, con calidad de vida, y no volviéndote loca de lunes a domingo, como era el prototipo del emprendedor en esa época, produciendo como enferma solo por unas lucas más que, al final del día, igual no tendrías el tiempo de disfrutar.
Chile despertó, como decíamos el 2019, y después el coronavirus creo que aceleró ese proceso de cambiar la mentalidad que teníamos, tan utilitarista, para centrarnos más en el beneficio humano, si me dejas ponerme reflexiva, que en el económico. Eso cambió primero en la gente, en las personas comunes y corrientes como yo, y luego en las instituciones, que entendieron que si seguíamos vinculándonos de esa forma, tarde o temprano volveríamos a quebrarnos como sociedad. Yo siempre fui buena para vender, nunca tuve problemas con tocar puertas, ofrecer, insistir y negociar. Y cuando vi que unos vecinos de aquí de Macul tenían una muy buena huerta comunitaria, que además de abastecer a los que participaban podía también vender productos para seguir financiándose, quise entrar.
Como decía antes, no por ver una oportunidad de negocios, sino por hacer las cosas diferentes, colectivamente. Ahí reapareció la idea de la cooperativa, que calzaba perfecto con lo que buscábamos: beneficiar a la comunidad. Aquí todas y todos tenemos voz y voto, independiente del rol que cumplamos, y aunque no siempre es fácil ponerse de acuerdo, al final cada decisión que se toma se basa en acuerdos conjuntos.
Y así hemos crecido tanto que hoy nos apoya el municipio, que además de financiamiento nos cedió unos terrenos para aumentar la producción. Abastecemos de frutas y verduras a colegios, jardines y servicios municipales, que obtienen productos frescos y a un costo marginal, y le damos trabajo a personas de la comuna, que ninguna vive a más de veinte minutos de acá. Hacemos talleres para los niños, que vuelven a conectarse con la tierra y los alimentos, y yo me hago cargo de generar negocios con empresas instaladas en Macul, para que la cooperativa también beneficie monetariamente a sus socios.
Es como viajar al pasado, un poco, volver a lo local, a lo pequeño. Pero gracias a la tecnología, muchas cosas las hacemos de manera remota y nos ahorramos tiempo y plata. Si me hubiesen preguntado hace quince años por el futuro, habría dicho que se veía oscuro, triste y más individualista. Menos mal me equivoqué.