A medida que se han restablecido los regímenes sanitarios y de movilidad una serie de indicadores relacionados con los hábitos de trabajo, educación, consumo y actividades productivas, entre otros, se han ido asentando en sus nuevos equilibrios.
En el caso de las modalidades de trabajo, esto se ha traducido en un progresivo retorno a los espacios físicos de actividad, alcanzando el formato exclusivamente presencial su nivel más alto desde el inicio de la pandemia, un 75% para lo que va de este último trimestre del año (octubre-noviembre). Al segundo trimestre de 2021, en tanto, dicho porcentaje se situaba por debajo del 50%.
Así se desprende de un estudio de la CCS, elaborado a partir de encuestas trimestrales a aproximadamente 950 personas por período.
Quienes se mantienen trabajando en modalidad totalmente remota, en tanto, se estabilizan en torno al 10% (11% en el último trimestre), lejos del 31% de mediados de 2021, y la modalidad mixta retrocede levemente a un 15%. De este modo, un 26% permanece en alguna forma de teletrabajo (total o parcial), cifra muy similar a la del trimestre anterior, dejando atrás el 51% del segundo trimestre de 2021.
A nivel global, diversos estudios sitúan el porcentaje de personas que se mantiene en esquemas de teletrabajo en un amplio rango, entre un 10 y 40 por ciento. En Estados Unidos, por ejemplo, se estima que alcanza a un 29%. En Gran Bretaña, en un 38%.
Volviendo a Chile, las proporciones que teletrabajan son muy similares entre géneros, y llegan a un 25% de los hombres y un 26% de las mujeres ocupadas. Por tramo etario, en cambio, se observan diferencias significativas. Hasta los 55 años, a medida que avanza la edad disminuye la proporción de personas en teletrabajo, es decir, lo más jóvenes tienden a trabajar más a distancia (21% vs 11% entre los 40 y 55 años), pero luego de los 55 años, la proporción que labora en forma remota aumenta drásticamente, hasta un 36%, lo que seguramente se debe al tipo de ocupación, sobre todo en las edades post-jubilación legal.
Desde el punto de vista geográfico, la proporción de teletrabajo es mayor en la capital (28%) en comparación con regiones (21%).
Por segmento socioeconómico las diferencias son aún más pronunciadas: en el grupo de mayores ingresos (ABC1), más de la mitad de los ocupados utiliza alguna forma de trabajo a distancia (55%), mientras que en los segmentos medios el porcentaje baja a un 22% y toca su mínimo en el grupo D, en un 13%. Estas diferencias probablemente se relacionan con el tipo de ocupaciones y cargos que ejercen las personas y con la mayor posibilidad de elección en los segmentos de mayores ingresos.
Lo anterior es consistente con la mayor proporción de personas del segmento D que manifiesta su preferencia por trabajar a distancia, un contundente 95%, superior al igualmente expresivo 92% observado en el grupo ABC1.
De hecho, pese al contundente aumento de la presencialidad en los últimos meses, en promedio el 92% de los encuestados preferiría trabajar en alguna modalidad de empleo remoto. De ellos, un 42% lo haría en modalidad completamente a distancia y un 52% se inclina por un sistema híbrido de presencialidad y teletrabajo.
La proporción que se declara a favor de teletrabajar experimentó un fuerte aumento en los últimos 2 trimestres. Hasta mediados de este año, se mantenía por debajo del 90%.
Esta mayor intensidad en el interés por el trabajo a distancia posiblemente está relacionado con el fuerte aumento en la movilidad que se registra en los últimos meses, a niveles muy superiores incluso a los pre-pandemia, lo que genera mayores costos en tiempos de desplazamiento y sensación de inseguridad en los trayectos, entre otros aspectos.
Las mujeres manifiestan una mayor preferencia por esquemas remotos de trabajo, con un contundente 98% (vs 88% de los hombres).
A nivel de edad, prácticamente la totalidad de los millennials (entre 26 y 40 años) se manifiestan a favor del teletrabajo, fieles a los rasgos culturales que los definen.
En definitiva, se observa un significativo aumento de la presencialidad en el trabajo en los últimos meses, que tiende a estabilizarse en el segundo semestre de este año, en ausencia de restricciones sanitarias relevantes al desplazamiento de las personas. Pese a ello, la preferencia por modelos de teletrabajo por parte de las personas aumenta significativamente, lo que genera una brecha entre las condiciones actuales y las esperadas, que de alguna forma se debiera expresar en el mercado laboral, particularmente en los segmentos con mayor capacidad de elección, como los de mayores ingresos y la generación millennial.
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